El capítulo estreno de "El Marginal 2" fue a sangre y fuego. No dio respiro. Ni tiempos muertos ni diálogos innecesarios ni escenas de relleno. Lo que se vio fue un retrato sin concesiones de ese penal donde se vive en un estado de violencia sin techo ni ley. Un fresco impecable de "La Villa" -el patio que lidera La Sub 21-, un sitio donde las peleas son a matar o morir, donde la vida no vale mucho más que la muerte, donde el más fuerte pone el precio y el más débil, esperanzado en que algún día logrará invertir los roles.
La asistente social Emma (Martina Gusmán) al igual que Morcilla (Carlos Portaluppi) reaparecieron en esta temporada. Una incorporación prometedora es la de Verónica Llinás, en el rol de la asistente social Rita, vieja conocedora de todas las miserias del penal y dedicada, como ella misma dijo, a "tachar los días que me quedan para jubilarme".
La gran virtud de "El Marginal 2" es, probablemente, la verosimilitud. Los personajes, las actuaciones, los decorados, el lenguaje, la puesta en escena, el vestuario: nada de eso es la realidad -claro está que no es un documental- y, sin embargo, todo eso es completamente creíble. La virtud propia de las buenas ficciones: hacernos creer que la mentira es la verdad.
La precuela de la serie dará respuesta a muchas situaciones que se conocieron en la primera temporada y explicará el origen de los distintos personajes.
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