Compartimos con ustedes este analisis de Jorge Altamira, miembro de PO, sobre la realidad economica del país.
Los “brotes grises”, una “corrida” cambiaria (Jorge Altamira)
Por estos días ha tenido lugar una tormenta de palacio en torno a la decisión del Banco Central de subir la tasa de interés, ya muy elevada, en otro 1.5 puntos, al 24% anual. La queja de los críticos era que la medida es recesiva para una industria en recesión y, por otro lado, que no conseguiría doblegar el alza de precios causada por los tarifazos y por el déficit fiscal –que llega a los u$s 40 mil millones y se aproxima al 10% del PBI. Los partidarios del aumento, por su lado, defendieron la suba de la tasa con el argumento de que el alza de precios que había registrado el Indec en el primer trimestre del año era más amplio que el derivado del incremento de los llamados “precios regulados”, como el gas o el agua. Lejos de ser recesiva, insistieron, la reducción de la inflación constituía la única vía genuina para proceder a una reactivación sólida de la economía.
“Corrida”
Este apretado resumen tiene por objeto desnudar las falacias interesadas que dominan una disputa oficial que pretende ocultar las contradicciones explosivas del proceso económico en curso. Solamente para empezar digamos que ni el Banco Central, ni el directorio presidido por Federico Sturzenneger, han actuado a partir de consideraciones teóricas, lo cual impugnaría la tesis de que la economía se rige por decisiones de mercado. El alza de la tasa de interés se produjo antes de todo este entuerto en el llamado mercado secundario de Lebacs (Ámbito, 17.4). Esto significa que la venta-compra de Letras entre operadores privados se realizó a un precio inferior al de adquisición original, lo cual implica la obtención de una tasa de interés mayor. Dicho de otro modo, en el mercado secundario tuvo lugar una “corrida” contra las Letras del Banco Central. “Corrida”, ¿hacia dónde? Naturalmente hacia el dólar, cuya cotización, sin embargo, apenas se movió por la liquidación de la cosecha de trigo y por el creciente endeudamiento internacional del Tesoro Nacional. Conclusión: la política monetaria es rehén de la “corrida” cambiaria. Ámbito (13.4) lo reconoce en estos términos: “Pero la duda siempre en estos casos no sólo es cuándo se dará vuelta el ‘carry trade’ (ingreso especulativo de dólares) sino también “¿a qué velocidad lo hará? O sea que la “corrida” no será anunciada.
Las cuentas nacionales registran para el período enero-marzo una suba brusca en la compra de divisas, sea para giros de utilidades o pagos de intereses al exterior, o para el atesoramiento. Lo informa claramente Ámbito: “Volvió a repuntar la compra de dólares durante abril”. En síntesis, el país ha asistido a una reacción improvisada del Banco Central con el objetivo de detener una “corrida” hacia el dólar. Es que, además, esta misma semana se producirá el vencimiento de Lebacs por $350 mil millones, un 40% de las Letras en circulación, que el Central deberá renovar por incapacidad de pago. El aumento de la tasa de interés de referencia apunta a impedir que al menos una parte de esta carga monumental, que equivale a u$s25 mil millones, se dispare hacia el mercado de cambios. Aunque suene engorroso para el lector, es necesario añadir que el Banco Central comenzó, hace pocos meses, a reemplazar las colocaciones de Lebac, en su mayoría a 30 días, por los llamados “pases” con los bancos locales, que se renuevan cada siete días. Esta confesión de que la capacidad de endeudamiento del Central se achica al máximo, busca también restringir el número de operadores a los bancos, para enfrentar situaciones de crisis. Por temor a la crisis cambiaria, intenta reducir la compra de Lebacs con divisas. Estas modificaciones amplían la brecha entre lo que los banco pagan, por un lado, a depositantes (que no intervienen en operaciones de pases), y lo que cobran los bancos, por el otro, por esas operaciones con el Banco Central. La sustitución parcial de operadores privados por los bancos, en el mercado monetario, amenaza convertir a una “corrida” cambiaria en una bancaria, o sea una salida impetuosa de depósitos – en donde siguen predominando las colocaciones a cortísimo plazo.
Hipoteca
En este contexto de “brotes grises”, se ha anunciado que la deuda pública alcanzó los u$s265 mil millones, que se convierten en u$s280 mil millones con los llamados ‘cupones del PBI’ (Cronista, 17.4). La suma toca el límite del 60% del PBI que autoriza el FMI. Se trata, sin embargo, de una deuda a tasas de interés elevadas – el triple de las internacionales, que tampoco computa las Lebacs del Central, que fueron compradas con ingreso de dólares (‘carry trade’). Existe, sin embargo, además, una anomalía a la que ningún economista ha prestado atención: que el PBI se encuentra inflado en dólares. Una devaluación reduciría su valor, al mismo tiempo que aumentaría la carga de la deuda en moneda nacional. Esta amenaza tira por la borda el cacareo de Sturzenneger acerca de que el mercado de cambios es ‘libre’ y de que ‘flota’, pues si se lo dejara ‘flotar’ toda la embarcación se iría al diablo; el régimen monetario vigente es de una convertibilidad disimulada. En definitiva, si se midiera la relación deuda/PBI en términos de paridad histórica, tendríamos una hipoteca de al menos un 80 por ciento sobre el producto nacional. Pero, como informa de nuevo el Cronista, “las necesidades de financiamiento ascienden a u$s40.350 millones, de los cuales más de u$s13 mil millones ya se abastecieron”, es decir que la deuda superará, al final del año, los u$s300 mil millones – con sus respectivos intereses elevados.
Por si no alcanzara con esta burbuja monetaria, los exquisitos economistas del macrismo le han añadido la de hipotecas de viviendas, con depósitos, por un lado, y préstamos, por el otro, ajustados por inflación. Una devaluación del peso tendría un efecto devastador en esta operatorio, lo cual refuerza la atadura que representa el régimen de convertibilidad disimulada. Marina dal Poggeto (Clarín, 12.4) agrega a todo esto observaciones aún más explosivas, luego de que su mentor, Miguel Bein, hubiera pronosticado hace poco una vigorosa reactivación de la economía. Señala que la posibilidad de una disminución del déficit fiscal se encuentra seriamente afectada por la indexación a la inflación pasada de los contratos de obras y servicios públicos. De este modo, los desequilibrios económicos “en el corto plazo”, dice, “no ayudan” y “el largo plazo bien puede no llegar”. Lo más interesante, sin embargo, de esta descripción pesimista es que nadie ofrece una alternativa en el campo capitalista. La gobernabilidad del macrismo se asienta en un paralelogramo de fuerzas que se neutraliza recíprocamente. El nudo lo van a cortar, la crisis mundial de un lado y la capacidad de acción de los trabajadores del otro.
La política monetaria del talibán Sturzenneger está inspirada en la aplicaron Volcker-Reagan (1981-83) para domesticar la inflación enorme que dejó, en Estados Unidos, el gobierno de Carter, como consecuencia de una nueva duplicación de los precios internacionales del petróleo. En efecto, el dúo redujo el crecimiento de precios interno en forma drástica (tasas oficiales de interés arriba del 20% anual) al costo de una recesión enorme y el fomento de una abultada especulación financiera. Todo esto concluyó, en 1986, con la mayor caída de la Bolsa desde los 30 del siglo pasado: un 25% en un solo día, que obligó a una operación gigantesca de rescate del sistema financiero norteamericano. Fue uno de los eslabones principales de la cadena que explotaría en 2007/8 y la crisis mundial actual.
Transición
La articulación de fuerzas que ha viabilizado al gobierno de Macri se encuentra asentada en un volcán. La coalición entre el macrismo y el conjunto de la oposición tradicional está determinada por la necesidad de hacer frente a esta amenaza sistémica. La burguesía tomada en su conjunto reclama asegurar el éxito de esta tentativa.
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