viernes, 15 de septiembre de 2017

El deficit comercial enciende alarmas para el gobierno


La balanza comercial ha encendido una luz amarilla: en los primeros siete meses del año fue deficitaria en 3.428 millones de dólares, que es récord histórico en moneda corriente. La balanza comercial con Brasil también ha encendido una luz amarilla, pero más intensa: de enero a julio registró un saldo negativo de 4.738 millones de dólares, que representa un salto interanual del 74 por ciento y que supera holgadamente al desequilibrio del comercio con China. La estadística brasileña adelanta que el déficit bilateral se agudizó en agosto y alcanzó los 5.286 millones de dólares.

Ante ese panorama, la Unión Industrial Argentina salió con los tapones de punta a través de un informe titulado "Análisis de la situación comercial con Brasil y potenciales riesgos de corto plazo". El documento describe el creciente desequilibrio del intercambio entre ambos países, enumera las causas, y al final plantea que "una respuesta posible" es la "administración del comercio inteligente". Una manera elegante de reclamar proteccionismo.

En concreto, la UIA está pidiendo "avanzar en la implementación de medidas no arancelarias", dado que el Mercosur descarta la aplicación de aranceles. Puntualmente, solicita que se apliquen "normas técnicas y estándares de calidad", con el sustento de que "esta herramienta de política está siendo ampliamente utilizada por los países desarrollados y Brasil ha tendido recientemente a replicarla también". En efecto, ese tipo de proteccionismo ha venido aumentando en Brasil en forma sostenida y actualmente hay vigentes más de 2.000 medidas no arancelarias, entre las que también figuran las barreras sanitarias y fitosanitarias que tantas veces cerraron el ingreso de productos argentinos en varios países del mundo. El documento de la UIA explica que "hoy se utilizan las normas y estándares de calidad como barreras contra la competencia desleal y como otra forma de proteger mercados".

En el Ministerio de la Producción no sorprendió el reclamo empresarial, aunque relativizan el problema con Brasil señalando que el incremento del déficit se debe en gran medida al salto que hubo en la importación de automóviles por parte de las terminales argentinas para abastecer la creciente demanda local.

Sin embargo, y aunque disimulan la preocupación por el déficit comercial en particular y por el déficit de la cuenta corriente (incluye turismo, giro de utilidades, intereses de la deuda, otros servicios) en general, el equipo de Francisco Cabrera está trabajando activamente en lo mismo que le reclama la UIA. En la Secretaría de Comercio están elaborando cerca de cincuenta Reglamentos Técnicos, con las normas de calidad y seguridad que deberán cumplir los productos extranjeros para poder ingresar. Ya están vigentes para los casos de radiadores, cables de acero y lavarropas, y entre los que se encuentran en etapa de preparación figuran productos de sectores muy afectados por la importación como muebles de madera, línea blanca y juguetes, por ejemplo, además de productos siderúrgicos, petroquímicos y válvulas de uso industrial, entre otros.

En el ministerio reconocen que las normas técnicas son una herramienta de protección subutilizada en comparación con los países desarrollados. Lo mismo vale para las medidas no arancelarias en general: en Estados Unidos hay diez veces más que aquí. Y en Brasil el triple.

Además de proteccionista, una norma o reglamento técnico puede servir para otras cosas. Por ejemplo, para que la importación de mercadería de baja calidad no termine afectando, por contagio, la imagen y predisposición a comprar el mismo producto de fabricación nacional. Es el caso de los paneles solares, un sector que se está expandiendo a buen ritmo pero que se ve perjudicado porque la mala calidad de algunas importaciones desprestigia al producto en general. Se viene un reglamento técnico para este caso.

Si bien no hay una apertura salvaje y generalizada, ha habido un fuerte repunte de importaciones. Las compras totales acumulan un alza interanual del 15,4 por ciento interanual, pero en algunos sectores la penetración de producción extranjera ha aumentado mucho más. Entre estos últimos sobresalen dos que incluso están algo cubiertos por licencias no automáticas como metalurgia y textiles, y, por sobre todo, se destaca el sector automotriz, que está sujeto a un deshilachado acuerdo con Brasil que arroja resultados cada vez más desfavorables para la Argentina.

En los primeros siete meses del año la importación de autos aumentó un 42,3 por ciento, y representó casi un 10 por ciento del total importado. De acuerdo con estimaciones del Gobierno y de la industria, 2017 podría cerrar con un saldo comercial negativo cercano a los 10.000 millones de dólares entre autos y autopartes.

Ese enorme déficit se explica por la tracción que la fuerte suba del mercado interno tiene sobre la importación de autos medianos y chicos, y por el escaso y declinante nivel de integración nacional que tienen las terminales argentinas. En alguna medida, esto último es consecuencia de que la especialización es insuficiente, lo que limita las escalas de producción y el desarrollo de proveedores. El contraejemplo es Toyota, que es la terminal más especializada y, consecuentemente, la de mayor integración local.

Si el déficit comercial encendió luz amarilla no es sólo por el aumento de las importaciones. En lo que va del año las exportaciones aumentaron apenas un 1,4 por ciento en valor y disminuyeron un 2,1 en volumen.

Pero el proteccionismo es un instrumento más sencillo y de eficacia más rápida que la conjunción de políticas públicas y esfuerzos privados para que el país exporte más. (Fuente: Ambito)

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